martes, 15 de febrero de 2011

NO ES CASUALIDAD

Me parece oportuna  esta reflección publicada en el ABC Valenciana, para entender un tanto lo que, también, sucede en nuestro cine Colombiano.


El divorcio del cine español

Día 15/02/2011 - 11.03h

EL problema de gran parte del cine español era similar al de la crítica de arte: no tenía en cuenta al público, por no decir que, en muchas ocasiones, incluso lo despreciaba. Del mismo modo que un buen número de críticos de arte presumían de utilizar un lenguaje críptico (ellos preferirían usar el término hermenéutico) que no entendía gran parte de los lectores a los que se suponía que iba dirigido, el cine español se empeñaba en producir y premiar películas que no le interesaban a buena parte de los pocos espectadores que aún estaban dispuestos a pagar seis euros por acudir a una sala de exhibición cinematográfica.
Ello no representaría ningún problema de no ser porque los productores, esos señores que invertían el dinero necesario para rodar una película, pretendían como mínimo recuperar la inversión. Parte de ese dinero se obtenía por la vía de la subvención. Un dinero que pagaban los ciudadanos pero que otros decidían su destino. Y la otra parte provenía del ingreso por taquilla. Es decir, los ciudadanos pagaban dos veces para poder ver una película española. Por tanto, tal y como había afirmado el presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia, «una película no es película hasta que alguien se sienta delante y la ve». De la Iglesia iba todavía más lejos al afirmar que «no se nos puede olvidar algo esencial: hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo, y les debemos respeto, y agradecimiento».
Sin embargo, muchos cineastas no eran conscientes de ello. La película que se había alzado con el mayor número de Goyas, «Pa Negre», era un buen ejemplo de ello.
A pesar de que esta película catalana había pasado por los cines con muy poco éxito de público, había sido la más valorada por la Academia, que era una entidad en la que confluían todos los representantes del cine español, a excepción del público. «Pa negre» narraba las aventuras de un niño para salvar a su padre de la falsa acusación de un asesinato en la Cataluña de la posguerra. De nuevo, la posguerra española, esa musa eterna que tanto fascinaba a los cineastas españoles pero que tan poco interés suscitaba en los espectadores.
La clave del gran número de premios Goya que había obtenido esta película parecía residir en el voto en bloque de los académicos catalanes. Algo que también explicaría el triunfo del documental «Bicicleta, cuchara, manzana» dedicado a lucha contra el alzéhimer de Pasqual Maragall sobre «¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?», filme que se aproximaba a la figura del arquitecto inglés Norman Foster. Sea como fuere, este éxito arrollador de «Pa Negre» ponía de manifiesto una vez más el divorcio entre gran parte del cine español y su público potencial, que seguía de forma mayoritaria por televisión la entrega de estos premios (líder de audiencia en la noche del domingo) y que sí que acudía a ver otras películas españolas como «Primos», situada entre las cinco más taquilleras de la semana pasada. Un desinterés que no tendría mayor importancia de no ser porque ambos se necesitaban. Uno para poder seguir haciendo películas y el otro para poder seguir soñando.

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