Me ha quedado rondando en la cabeza el breve intercambio de inquietudes que tuviéramos con Alberto Vega hace uno días sobre nuestra (posible) condición de aficionados en el ejercicio de la producción de audiovisuales. De ahí que, a riesgo de parecer anacrónico, citaré las definiciones que trae el Diccionario de la Real Academia Española con el fin de dilucidar, si no empantanar, esta interesante disyuntiva.
Aficionado es quien cultiva o practica, sin ser profesional, un arte, oficio, ciencia, deporte, etc., mientras que profesional sería la persona que ejerce una profesión; practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive; o que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación; en donde profesión es el empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.
De acuerdo a los trasncriptos anteriores podríamos deducir que hasta tanto no nos dediquemos en forma exclusiva al ejercicio de la realización cinematográfica no alcanzaremos el honor de ser calificados como profesionales, cosa harto difícil si se tiene en cuenta que el ejercicio de vivir exige de cada uno de nosotros contribuciones al sistema, el capitalista y el digestivo, a fin de permanecer como una opción, aficionada o profesional, sobre la faz de la tierra y que, todos lo sabemos, la cinematografía regional más que sustento deja deudas en nuestros bolsillos.
Claro que a los lectores perspicaces no se les habrá escapado la acepción final de la palabreja, la que define como profesional a quien ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación, sitio común, a la mar de subjetivo, que en el arte suele ser calificado las más de las veces tardíamente, pues el ejercicio de artistas en verdad innovadores ha sido tildado durante largas etapas y muchas veces en el transcurso de vidas y de siglos, como deficiente para luego ser descubierto por críticos, esos si profesionales, como sustantivo e imprescindible.
Demos la vuelta y empecemos de nuevo... si profesión es la facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución, de donde el ejercicio de la misma nos daría la calidad de ser profesionales... yo mismo ejerzo un oficio distinto al que aprendí en mi cara Universidad Nacional como medio de sustento, es decir soy un profesional de...
Vaya la cosa, ahora entiendo porque don Otoniel es un profesional del rebusque, pues no solo ejerce el rebusque sino que pervive de el. Solo que a diferencia de él muchos de los que ejercemos la cinematografía no somos profesionales de ella, a duras penas podríamos serlo del rebusque, pero dudo que a Beto, o a mi, nos interese ese calificativo.
Aun queda mucha tela por cortar pero... por hoy me retiro a devengar, a ejercer la profesión que me deja el sustento y me da la posibilidad de, en mis noches libes y en los días de asueto, cuando no estoy muy cansado del ejercicio de esa profesión adquirida por la necesidad, ejercer esa afición (definida por la RAE como "ese prendimiento de algo") por la cual pervivo.